Hace más o menos un mes el Sindicato de Maquinistas de Metro de Madrid convocó una nueva huelga para los días entre el 28 y el 2 de julio, justo en la semana del World Pride (que este año se celebra en la capital).
Delante de esta situación, en la que se va a parar el tránsito de metro durante unos días en los que millones de personas van a visitar la ciudad por el Orgullo, mucha gente ya se ha quejado. La mayoría de quejas, aunque diversas, siguen la misma línea: la de atacar a los huelguistas. Se han visto comentarios de personas que pretendían ir, criticando a estos por no trabajar en un "día tan importante como el día del Orgullo", por "fastidiar al colectivo LGBT" e incluso acusándoles de "homófobos" por "intentar sabotear el Orgullo LBGT".
Ante esto recuerdo una película británica de 2014 llamada "Pride", centrada en un grupo de activistas
LGBT que en 1984 (bajo el gobierno de Margaret Thatcher) decidieron ponerse a recolectar dinero para apoyar a los mineros que en ese momento estaban en huelga, dando inicio a la alianza "Lesbians and Gays Support the Miners" (Lesbianas y Gays Apoyan a los Mineros) entre la comunidad LGBT y los mineros. La película, entre otros temas, trata el conflicto dentro del propio colectivo LGBT sobre apoyar o no al sindicato de mineros, si sus intereses son los mismos, si realmente luchan contra el mismo enemigo.
Y en el momento en el que me vino a la mente esta situación de la película no se me hizo difícil relacionarlo con la situación actual, en este caso concreta ya que se ha desarrollado un rechazo desde cierto sector del colectivo LGBT a los trabajadores de metro en huelga (aunque lo podemos extrapolar a cualquier sector). Y ante esto me gustaría hacer una pequeña reflexión:
En las últimas semanas se ha criticado el carácter festivo y comercial del Orgullo que han estado y están presentando la mayoría de medios de comunicación, ayuntamientos y demás. Lo presentan como una fiesta, como un espectáculo. La crítica subyace en que al estar focalizado en un día de fiesta y celebración el sistema capitalista se acaba lucrando de este día, se lucra sacando dinero de un movimiento al que ha privado de derechos y de libertad sexual durante décadas ya que ven que pueden conseguir beneficio de él. A parte, presentar la semana del Orgullo como una mera fiesta acaba también debilitando la manifestación crítica, manifestación que no tiene el mismo apoyo mediático y la misma repercusión que tienen todas las otras actividades que se hacen durante el resto de la semana. ¿Cuántas personas participan en el Orgullo crítico comparadas con las que participan en el desfile y en la fiesta?
Si se dejase de ver el Orgullo como una fiesta y se viese como un día de reivindicación y lucha, si el colectivo tomase conciencia de clase, no sería tan difícil hacer ver que el trabajador que hace huelga justo la semana del Orgullo no es el culpable, sino el sistema que explota a este (que, de hecho, es el mismo sistema en el que se apoya nuestra opresión). No sería tan difícil canalizar nuestras fuerzas para enfrentar al enemigo que tenemos en común y que nos explota y nos oprime a ambos.

Es algo evidente decirlo pero el objetivo de las huelgas es hacer presión (mediante el paro de la producción y la perdida de ingresos para la empresa) y esto un Sábado cualquiera no se consigue. Es por algo que la mayoría de huelgas también suelen convocarse entre semana.
Delante de esta situación debemos solidarizarnos, dar nuestro apoyo a los trabajadores en huelga, que para criminalizarlos ya tienen suficiente con la patronal y la Razón.

que la comunidad LGBT se ve representada, sienta bien pensar que aunque sea, por un día, ser LGBT no se ve castigado. Pero de la misma manera que lo dije, digo y diré en el día de la mujer el 8 de marzo, no tenemos realmente nada que celebrar. Celebrar no es sinónimo de estar orgulloso de quien eres, y bajo el marco actual, como colectivo debemos organizarnos y utilizar días como estos como forma de reivindicación, como método de agitación, como un día de lucha.
Aún no tenemos nada que celebrar, porque aunque se hayan hecho importantes avances para conseguir ser aceptados en la sociedad seguimos en una posición desigual y de inferioridad. La homofobia no desapareció con las leyes pro-LGBT o al conseguir que en muchos países se legalizase el matrimonio homosexual.
Actualmente, en 72 países aún es ilegal ser LGBT. En 13 países ser acostarse con alguien de tu mismo sexo está castigado con pena de muerte. Entre el 1 de enero de 2008 y el 31 de diciembre de 2016, se registraron 2343 homicidios de personas trans (1834 solamente en América Central y del Sur). Y no hace falta irse lejos, porque en España se siguen dando palizas a mujeres y hombres por ser LGBT, se nos sigue matando (para presentar agresiones recientes dejo por aquí dos de las que se han producido en las últimas dos semanas, la primera en Murcia y la segunda en Chueca). A pesar de todas las leyes sigue existiendo la discriminación durante el periodo escolar y la realidad de las personas trans. Seguimos viéndonos obligados a salir del armario (según los datos de la Agencia Europea de los Derechos Fundamentales, 7 de cada 10 personas LGBT ocultan su orientación sexual/identidad de género durante el periodo escolar). A pesar de todo Amnistia Internacional sigue pidiendo que se tomen medidas necesarias como abolir las restricciones de edad y cualquier otro tipo de requisito psiquiátrico para los procedimientos de reconocimiento legal de género.
¿Qué tendríamos que celebrar delante de estos datos? Debemos tomar una actitud combativa y nunca ignorar la perspectiva de clase, ya que si la olvidamos acabamos cayendo en errores como culpar a gente que no es culpable de nuestra opresión, como huelguistas; mientras aplaudimos y nos dejamos lamer la oreja por la burguesía que se lucra de nuestra situación. Sabemos que el capitalismo intentará hacer suyo cualquier movimiento social para eliminar su componente subversivo y combativo, y tenemos que luchar contra ello.
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